TESTIMONIO DE UNA CUIDADORA

Amor y humanidad en el cuidado

No es fácil aceptar ayuda y dejar que otros también tomen decisiones pero es necesario repartir cargas.

Después de casi 20 años de cuidar a su mamá, María Eugenia Bernal nos cuenta su experiencia y cuáles son sus recomendaciones para el buen manejo de un adulto mayor en casa.

¿Cuándo te das cuenta que tu mamá necesita de más cuidado?

A raíz de la caída de mi mamá ella empezó a sentirse más limitada y necesitaba de más ayuda. Tuvo fractura de cadera y su recuperación fue muy lenta y dolorosa. En ese momento yo ya vivía con ella porque me había separado y sin trabajo era muy difícil poder sostenerme económicamente, por eso asumí el cuidado de mi mamá como algo que debía hacer por ella hasta que falleció a los 104 años.

¿Qué les recomiendas a las personas que tienen a cargo un adulto mayor?

Que les den la mejor calidad de vida. Si hablamos de la alimentación del día a día, todo lo que comen les parece durísimo y horrible porque las papilas gustativas se vuelven menos sensibles, ya han perdido la dentadura y producen menos saliva. Por eso, para ayudarles es bueno buscar preparaciones en puré, sopas o maicena en sabores y no obligarlos a comer ni amargarles la vida. Poco a poco van pidiendo y van comiendo. Claro que no es fácil porque como cuidador nos esforzamos por darles lo mejor y ver que nada les gusta es muy frustrante.

En cuanto a la parte psicológica a medida que va pasando el tiempo y al sentirse enfermos van perdiendo libertad de acción y ya no tienen las fuerzas que tenían antes. Hay que buscar que ellos sigan siendo lo más independientes posibles y tomen sus propias decisiones en lo que puedan. Por ejemplo, dejarles siempre plata en su billetera para que ellos sientan que pueden comprar o mandar a alguien a que compre lo que ellos necesiten o quieran.

¿Cuáles crees que fueron los momentos más duros y cómo lograste superarlos?

Los últimos años de ella fueron muy complicados porque cada día tenía menos movilidad y requería cuidados permanentes, no sólo en el día sino también de noche. De la misma forma, como yo vivía con mi mamá tenía que no sólo atenderla a ella sino estar pendiente de las visitas y esa vida social llega a ser agotadora, en especial porque era la casa de la abuela donde todos entraban y salían a distintas horas. 

En ese momento, mi hermana, ya pensionada, decidió dejar de trabajar para ayudarme y además, contratamos una auxiliar de enfermería en la noche. Aunque fue de gran ayuda tuve que soltar responsabilidades y dejar que ella también tomará decisiones y asumieran el rol de cuidadora y eso no fue nada fácil porque yo ya no tenía el control de todo.

¿Qué consejos les darías a otras cuidadoras?

 Que no pierdan la humanidad. Al asumir ese rol tienen la obligación de aceptar las limitaciones del adulto mayor. Ellos necesitan mucho afecto y aunque se pongan de mal genio y sean muy necios es cuestión de tenerles paciencia y de hacer su trabajo con mucho amor. Muchas veces las cuidadoras al acostumbrarse a tanta enfermedad pierden esa parte humana que es tan esencial.

 ¿Qué aprendizajes lograste como cuidadora?

Es una labor con muchas alegrías. Es saber que uno está renunciando a muchas cosas para poderles dar lo que ellos necesitan, pero al mismo tiempo es una forma de retribución por todo lo que te dieron e hicieron por ti. Cuando nos dejan, queda un vacío muy grande, pero también la satisfacción de saber que uno hizo hasta lo imposible y tomó las mejores decisiones con amor pensando en el bienestar de ellos.        

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